El agua es un recurso básico para la actividad de las personas. Por ello, en territorios del ámbito mediterráneo, como es el caso de la cordillera Ibérica, en los que las precipitaciones son escasas o irregulares, la ocupación humana ha estado fuertemente condicionada.
La presencia de agua en ríos y arroyos, con unos caudales variables, posibilitaba el suministro para cubrir el consumo directo por las personas y para sus ganados, pero también para su empleo en el riego de algunos campos e incluso la instalación de pequeñas industrias, como los molinos.
Además de en estos ríos, en una serie de enclaves diseminados a lo largo de los montes se producía la surgencia de agua procedente del subsuelo formando manantiales. Estos afloramientos podían aprovecharse conduciendo el agua por gravedad hasta un punto de caída (fuente) que podía venir acompañado de un depósito abierto de almacenamiento (abrevadero). Se posibilitaba así un fácil acceso para personas y ganados.
Durante los últimos siglos, se han sucedido periodos de precipitaciones más copiosas, seguidos de periodos de sequía. Entonces la dependencia de estos puntos de agua se acentuaba.
Toda una sabiduría popular se desplegó para optimizar el aprovechamiento de cualquier manantial. Este conocimiento popular quedó plasmado, en cada localidad, en un conjunto de fuentes, cada una con su técnica, cada una con su nombre, que se repartían por el respectivo término municipal. Todo un patrimonio cultural.
En las últimas décadas, la emigración hacia la ciudad, la pérdida de las personas mayores y la falta de aprovechamiento y de cuidado de las fuentes amenazan la conservación de este patrimonio. Se pierden los nombres populares, las técnicas de mantenimiento o se deterioran las propias construcciones.
Hace unos años, José Luis Penalba Guillén y Alejandro Pérez Cueva, dos estudiosos muy vinculados con Monteagudo del Castillo, acometieron el proyecto de estudiar las fuentes y los manantiales de esta localidad. Con tres propósitos.
En primer lugar, con el de inventariar el conjunto de fuentes evitando que su conocimiento se perdiera con el paso de los años y la muerte de las personas que las cuidaron y aprovecharon. De esta forma, este singular patrimonio quedaba registrado.
En segundo término, con el objetivo de dar una explicación a cada una de las surgencias de agua aplicando la interpretación hidrogeológica para cada uno de los casos. Cada manantial es un problema científico que debe resolverse comprendiendo las propiedades y la disposición de las rocas.
Por último, quisieron poner en valor mediante una doble perspectiva. Describiendo una serie de rutas que unían diversos manantiales para su aprovechamiento por los excursionistas. Y, además, caracterizando las propiedades físicas y químicas de los mismos relacionándolos con su aptitud y cualidad para el consumo humano.
El resultado es este libro. Un libro formidable.
El primer capítulo aborda la caracterización del medio físico del término municipal de Monteagudo del Castillo. El tipo de roca, su disposición y la posible afección por esfuerzos tectónicos determina su permeabilidad y la circulación subterránea, además de las características físico-químicas del agua de los manantiales.
Las características del clima, sobre todo en lo referente a las precipitaciones, determinan el grado de recarga de los acuíferos y, por tanto, el caudal en los puntos de descarga. Se complementa con la descripción del relieve y de la vegetación, necesarios para tanto comprender el paisaje, el escenario en el que se disponen las fuentes, como para entender los procesos de infiltración hídrica y de descarga.
El cuerpo del trabajo es el capítulo dedicado al catálogo de surgencias. Entre fuentes, manantiales, pozos y caños para drenar campos se han inventariado 128 puntos de agua, incluyéndose tanto los de carácter permanente como los efímeros. Se han establecido diversas clasificaciones según diversos criterios.
Criterios funcionales, diferenciando las fuentes con lavadero, las que tienen (o tuvieron) balsa, las que cuentan con abrevadero, las que disponen de poceta, los nacimientos simples (o difusos), los pozos aislados, los caños de drenar, los resultantes de minas o los perdidos.
Otro criterio agrupa las fuentes en función de la disposición relativa de los estratos que contienen los acuíferos. Aquí se hila muy fino, por que esta es la explicación de por qué cada fuente está donde está. En definitiva, esta es la solución del problema. Para comprenderlo bien hay que conocer los diferentes materiales geológicos que se depositaron durante el Mesozoico (Secundaria) y Cenozoico (Terciario), y la forma en que han quedado deformados y dispuestos tras la orogenia Alpina. A nuestro juicio, es uno de los apartados más jugosos, por cuanto resuelve el enigma del origen de las surgencias. Uno de los grandes misterios en la cultura del medio rural.
Igualmente, los manantiales se han clasificado según las características físicas y químicas del agua, fundamentalmente la composición en sales minerales, el pH, la conductividad, la temperatura y, también, el caudal. Estas propiedades dependen, en buena medida, del tipo de roca con el que ha estado en contacto el agua, por lo que, igualmente, se agrupan en familias según la litología del territorio. Al relacionar estas características, con las que establecen la legislación relativa al consumo de agua humano, se establece una selección de las mejores fuentes. Algo muy práctico.
Cada uno de estos nacederos cuenta con una ficha en la que se incluye su acceso y localización, una fotografía aérea con el emplazamiento concreto, las coordenadas, las características físico-químicas, el tipo según su función, los aprovechamientos, el contexto hidrogeológico, magníficamente ilustrado mediante esquemas y varias fotografías. Todo ello en una página. Imposible más información e ilustración en menos espacio.
Esta publicación incluye ocho rutas que recorren el término municipal de Monteagudo del Castillo que conectan, aprovechando pistas y caminos, un buen número de las fuentes descritas. Incluye, en cada una de ella, además de las necesarias orientaciones para seguir el itinerario, una descripción del relieve, de la vegetación y de las construcciones humanas que ayudan a comprender el paisaje. Es una propuesta de ocio formativo y saludable. Pero también es un recurso turístico para las personas que visitan dicho municipio serrano para disfrutar de sus paisajes y de su cultura.
Todo ello, queda complementado, con una cartografía general en la que se ubica cada una de las fuentes y una cartografía geológica, para comprender el contexto hidrogeológico en su conjunto.
El término de Monteagudo del Castillo no es muy extenso. Las precipitaciones tampoco son demasiado copiosas, para su notable altitud. Sin embargo, alberga una gran riqueza de manantiales y fuentes. La explicación es geológica. La alternancia de estratos de rocas sedimentarias de diferente permeabilidad, su disposición a resultas de los esfuerzos tectónicos y el relieve montañoso, crean condiciones propicias para la formación de muchos pequeños acuíferos que descargan diseminados entre los montes y campos.
Un libro como éste es todo un lujo para el pueblo que lo tiene. Monteagudo del Castillo es afortunado. Contar con dos investigadores que apliquen su conocimiento y su tiempo para divulgar este patrimonio no es nada habitual. También para el Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra es un importantísimo recurso, pues integra perfectamente la naturaleza y la cultura.
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