domingo, 30 de septiembre de 2018

FERIA DE CEDRILLAS. 5, 6 Y 7 DE OCTUBRE

Cada pueblo tiene su carácter. De acuerdo al mismo, crea sus usos y tradiciones lo que, con el tiempo, acaba definiendo su identidad.Es el caso de Cedrillas y su Feria.

 

Cada territorio tiene sus recursos naturales. Y estos determinan sus aprovechamientos y sus paisajes.

Los tiempos cambian y los pueblos se adaptan o desaparecen. Cedrillas, tras la crisis del mundo rural de la segunda mitad del siglo pasado, se reinventa y se orienta hacia la industria alimentaria. Y ahí está mostrando músculo con su centenaria Feria.

Este es el programa de la edición de este año. Un programa en el que la Feria mantiene la fidelidad a sus orígenes, a la vocación de la Sierra: la ganadería extensiva. 


¡Acércate este finde a Cedrillas!

jueves, 27 de septiembre de 2018

LA ARBOLEDA SINGULAR, EN LA MAGIA DE VIAJAR POR ARAGÓN

La Magia de Viajar por Aragón es una publicación bimestral editada por PRAMES que difunde los recursos turísticos aragoneses poniendo especial interés en aquellos que resultan más innovadores.

El número 109 (septiembre-octubre) dedica un buen reportaje a los paisajes del chopo cabecero


El primero de los artículos propone un paseo por la Arboleda Singular Ribera de Chopo Cabecero entre las localidades de Jorcas y Aguilar del Alfambra, dentro del Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra.

El segundo está dedicado a la Fiesta del Chopo Cabecero y, en concreto, a la celebración de la décima edición el próximo 27 de octubre en la localidad de Torrijo del Campo (Jiloca).




Cierra el poema "Algunas veces" de Diago Colás que aquí fue publicado el pasado mes de marzo.

Poco a poco, cada vez son más las personas que disfrutan de estos viejos árboles, los arroyos turolenses y la belleza del otoño en estas comarcas. La Magia de Viajar por Aragón siempre sugiere con sus propuestas.

martes, 25 de septiembre de 2018

UN MORRAL EN LA FALSA

En una de las masadas del Alto Alfambra. En una cualquiera. Colgado de una viga de la falsa descansa, desde hace años, un morral.


Compañía permanente del pastor. Bolsa de la comida, saco para la herramienta, bolsa para recoger lo que ofrece el monte, almohada en la siesta, calor en la espalda ...

Todo un símbolo de los cambios que se vienen produciendo en la sierra. Se jubiló el pastor, se vendió el rebaño. Otro más.


Después de más de toda una vida cuidando ovejas, de subir y bajar al reino cada año a estremar, de conocer y organizar los pastos, de tratar con compradores, de sacar el sirle, de madrugar y pasar frío, de vida dura ... se cuelga el morral.

Pero el monte y el ganado están en los genes de los serranos. No hay más que ver cómo acuden a la Feria de Cedrillas. Aunque estén jubilados, aunque vivan en Valencia. Da igual. El primer fin de semana ahí están, mirando las ovejas, saludando amigos, recordando otros tiempos ...

Hoy las vacas de carne son una alternativa. Menos sacrificio, más tiempo personal. Muchos se han pasado a ellas. Y te hablan de charolesas, de serranas, de limusinas o de pardas ... como sus padres lo harían de rasas, de carteras, de churras o de ojinegras.


Son cambios en la sociedad. Cambios rápidos. Y también cambios en el paisaje, estos más lentos. 

Son tiempos de cambio ...

domingo, 23 de septiembre de 2018

LES TROGNES DE PEUPLIER NOIRS DE LA HAUTE ALFAMBRA EN ARAGÓN

Lors d’un périple en Aragon cet été, nous avons eu la chance d’être guidés le directeur du «Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra». Chopo cabecero désigne en fait le peuplier noir têtard, arbre emblématique de la région. 

Ce parc culturel créé en 2018 vise à la protection et la promotion des peuplements de Populus nigra et du biotope les entourant. En dehors de l’aspect purement écologique, il a pour objectif de promouvoir les aspects culturels régionaux liés à la présence des peupliers. La conservation du patrimoine local fait partie de cette mission. 


Vaste programme qui ne peut être que bénéfique pour cette région isolée, victime d’un exode rural massif. Nous sommes ici dans l’est de la province de Teruel, dans le sud de l’Aragon


La faiblesse des investissements nationaux (transports, réseaux de communications, etc.) contribue à accélérer ce phénomène de dépopulation. Cet abandon de Madrid est régulièrement dénoncé par les forces vives locales, regroupées notamment dans le collectif «Teruel existe!». Reste à espérer que les initiatives telles que la création de ce parc culturel puissent endiguer le phénomène. C’est tout le bien qu’on leur souhaite ! 


Une succession de chaînes montagneuses couvre le sud de la région. C’est là que naît la rivière Alfambra, dans la Sierra de Gúdar (culminant à 2.028 m d’altitude) avant de se frayer un chemin au creux des plateaux semi désertiques de l’Aragon. Ces plateaux battus par les vents, connaissent un climat très rude. L’été très chaud est plus court que l’on imagine sous ces latitudes. En cette saison, la sécheresse est interrompue par de violents orages provoqués par les masses d’air qui venant de Méditerranée, percutent les sommets des sierras. Les hivers sont glacials. 


Ce qui frappe dans ce décor, c’est l’absence des arbres (à l’exception des étages montagneux ou réapparaissent les pinèdes). L’aridité des plateaux n’est pas la principale responsable de cette situation. Comme souvent, il faut se tourner vers l’activité humaine pour en trouver la cause. 


Au Moyen-âge, cette région d’Aragon connaît un développement très important de l’élevage ovin. La production de laine est exportée un peu partout en Europe (Flandres, France, Italie). Cette prospérité se voit encore aujourd’hui dans la taille impressionnante des bâtiments d’époque, en particulier des églises de village aux magnifiques clochers Mudéjar. Ce pastoralisme intensif est le principal responsable de la disparition des arbres. Pourtant le bois reste une matière indispensable, que ce soit pour la construction ou pour le chauffage par exemple. C’est ici qu’apparaît notre «chopo cabecero». Le peuplier noir planté tout au long des rives de l’Alfambra et d’autres cours d’eau (Martín, Jiloca, etc.) va remplir ce rôle de fournisseur de bois «renouvelable» comme d’autres arbres têtards ailleurs en Europe


Les rives boisées offrent un contraste saisissant avec les paysages alentours. Une oasis tout en longueur qui s’étire sur des dizaines de kilomètres et qui peut compter plusieurs milliers d’arbres. Ces zones humides arborées forment des réservoirs uniques de biodiversité


Grâce à son «look» de trogne plutôt sympathique, au cachet qu’il imprime au paysage et aux multiples services qu’il a rendu à la population, le chopo cabecero fait l’objet d’une affection particulière de la part des habitants. L’association dont fait partie Chabier de Jaime, qui est à l’origine de la création du parc culturel est sans doute pour beaucoup dans le maintien des traditions locales autour du peuplier noir. Elle organise par ailleurs chaque année au mois d’octobre une Fête du Chopo Cabecero. On connaît l’attrait des Espagnols pour les fiestas en tout genre, mais une fête centrée autour d’une espèce d’arbre en particulier est un phénomène sans doute unique en Europe.



Il y aurait encore beaucoup à dire à propos de cette belle province de Teruel, de sa géologie particulière, de ses gisements de dinosaures ou de sa diversité ornithologique, mais la vocation de ce blog tournant autour de l’arbre m’oblige à en rester là.


 Les trognes et les habitants de l’Aragón vous accueilleront à bras ouverts !

Marc Meyer (Bruselas, Bélgica)

viernes, 21 de septiembre de 2018

CRISTALES EN EL RIBAZO

Bajaba por la pista de las Lomas de Valdespino hacia La Salobreja, en Monteagudo del Castillo. El regular estado de la pista debido a las generosas precipitaciones primaverales obligaba a poner atención en el volante. Pero, por el rabillo del ojo, me fijé en ellas en el talud abierto en una recurva. Ahí estaban las famosas arcillas del Keuper.

Era la ocasión de buscar los cristales de yeso que con frecuencia acompañan a estos sedimentos. En el valle de La Salobreja crece con tanta profusión la hierba que no siempre es fácil encontrar un buen afloramiento de arcillas. Le di un primer vistazo. Ni rastro de yesos.

Sin embargo, entre las arcillas, asomaban unos pequeños cristales de un color rojo sanguíneo. Otros, sin embargo, eran incoloros.


Las lluvias habían lavado las arcillas que los recubrían y quedaban a la vista. Eran pequeños, milimétricos, pero muy numerosos. Eran cristales de Jacinto de Compostela, denominación procedente de la tradición que afirma que eran portados por los peregrinos que seguían la ruta jacobea. También es conocido como cuarzo hematoide, por su color.


Se trata de una variante de cuarzo que suele incluir diminutas partículas de óxido de hierro, lo que les les confiere ese color rojizo característico. Es pues un mineral duro y brillo vítreo. 



Los de aquel ribazo tenían el hábito muy regular. Los que aparecían completos y aislados eran prismas hexagonales bipiramidales. Son de una gran belleza y sencillez.


Me entretuve en agruparlos. Había docenas y docenas en un metro cuadrado. Tanto de los rojos ...


como los incoloros ...


El Jacinto de Compostela es un mineral que aparece entre las arcillas del Keuper (Triásico Superior). Es de naturaleza sedimentaria pues procede de la disolución y de la precipitación del dióxido de silicio en el seno de fangos depositados en ambientes litorales, procesos que acontecen al mismo tiempo.

Pero observando con detalle en algunos terrenos se encontraban otros cristales entre los sedimentos ...


Eran unos cristales más grandes, de varios centímetros. También eran regulares, los más con hábito de romboedro. Tenían el color de la arcillas entre las que aparecían. De hecho no tenían brillo. Entonces pensé que por estar finamente cubiertos por arcilla. En casa ya, tras la limpieza de la superficie de los mismos, vi que no era así. No eran cristales traslúcidos.


Los especialistas me indicaron que podía tratarse de dolomita, un carbonato doble de calcio y magnesio. Este mineral también puede acompañar a los yesos en ambientes evaporíticos. Esto ocurre en el entorno de la ciudad de Teruel, donde hay una variante de dolomita que forma cristales y presenta color negruzco que recibe el nombre de teruelita. No era el caso.

No es muy habitual que el Jacinto de Compostela acompañe a la dolomita. Pero esto sí ocurre en el Keuper de Monteagudo del Castillo. Acercarnos al suelo nos permitirá descubrir otra de las grandes bellezas naturales de estas montañas: los minerales.

martes, 18 de septiembre de 2018

DIA DE LAS AVES. CAMARILLAS 2018

Los Estrechos del río Alfambra y las lomas que descienden de la Sierra del Pobo ofrecen ambientes apropiados para las aves propias de los roquedos, de las altas parameras ibéricas y de los bosques de ribera.

En los cantiles calizos hay especies de aves rapaces como el buitre leonado, el águila real, el alimoche, el búho real, la chova piquirroja, los roqueros rojo y solitario, el acentor alpino, el gorrión chillón, entre otros.

En los pastizales de los rasos altos son comunes la alondra común, la bisbita campestre, la terrera común, la collalba gris, el mochuelo, la curruca tomillera y otras, escasas y amenazadas como la ganga-ortega, el sisón o la alondra ricotí, que encuentran aquí su límite de distribución altitudinal en la península Ibérica.

Estos ambientes se complementan con otros como los matorrales y espinares, las arboledas lineales de viejos chopos cabeceros, los cultivos herbáceos de secano (cereal, girasol o forrajeras) o las pequeñas plantaciones de pinos.

 Estos son los argumentos de su consideración como Zona de Especial Protección de Aves (ZEPA) "Parameras del Alfambra" a 3.271 hectáreas de los términos de Ababuj, Aguilar del Alfambra, Camarillas, El Pobo, Galve y Orrios.


El Día de las Aves es un evento que se celebra en España desde 1987 y que tiene por objeto dar a conocer el mundo de las aves al tiempo que el amor y respeto por la Naturaleza.

El próximo 6 de octubre celebraremos el Día de las Aves en el Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra. Tendrá lugar en la localidad de Camarillas visitando los Estrechos del río Alfambra a su paso por esta localidad y las parameras que se extienden en su entorno, complementando la mañana con un taller de anillamiento científico de aves. 

Por la tarde se visitará el núcleo urbano de Camarillas para conocer el castillo, el nevero, el acueducto, el santuario de la Virgen del Campo, las dos iglesias, numerosas casas solariegas y otros monumentos que alberga esta localidad y que supone un valioso patrimonio cultural.

La actividad es gratuita. Se recomienda traer prismáticos así como calzado y ropa cómoda para el campo.

jueves, 13 de septiembre de 2018

RECUPERACIÓN DEL PATRIMONIO CULTURAL TUROLENSE: ENTRADA DE MOROS Y CRISTIANOS EN EL POBO

A finales del siglo XIX Antonio Fortea vivió unos años en El Pobo y seguramente fue testigo presencial de la representación en verso que tiempo después caería en el olvido y no volvería a representarse: la Entrada de Moros y Cristianos en las fiestas en honor a San Juan y Pablo de Roma. Podemos pensar que en 1889 aceptara formar parte de su organización o interpretación y meses antes se preparase una copia del texto para “trabajar” con comodidad en los ensayos. Pero esto no es más que una hipótesis sin posible confirmación. Lo único realmente cierto es que Antonio Fortea se confeccionó un artesanal cuadernillo donde, hasta el 4 de marzo, fue copiando pacientemente la pieza completa de la celebración y la guardó toda su vida. A la vista está. 
Entrada de Moros y cristianos de El Pobo (Te) Copia manuscrita de Antonio Fortea Edo (1889) Página 5. Archivo de la familia Fortea.
Hablamos de una representación teatral que por su título y fórmula “de acción” podría figurar en el programa general festivo como un acto más de diversión y entretenimiento aleccionador, -las popularmente conocidas “comedias”, una práctica bien extendida desde la segunda mitad del siglo XVI- acorde al modelo de aquellas obritas protagonizadas por los propios vecinos, que las misiones interiores de diversas órdenes regulares preparaban casi siempre como colofón a la visita anual de varios días por los pueblos, reafirmando las creencias de la población e incluso de los clérigos locales. 

Podría ser, pero no lo fue. Antes de la Entrada, El Pobo celebraba otra representación teatral el día de los santos Juan y Pablo que, en nuestra opinión, debió ser un Dance similar al que tenían lugar en varios pueblos cercanos para sus respectivas devociones patronales. 

La Entrada, recoge y asume del Dance -al que muy probablemente sustituyó- sus rasgos específicos: la intencionada integración en los actos de culto religioso a unas devociones, la fecha, modo de representación, momento exclusivo de su única puesta en escena y el carácter amateur de sus intérpretes para expresar el “monólogo coral” entre el pueblo con/y los interlocutores celestiales cuyo fin principal es conseguir acciones benéficas para la comunidad, sin que el texto reproduzca la historia de los homenajeados. Todo eso, la convierte en la sustituta pero continuadora del Dance con renovada apariencia y como él, en algo con carácter propio e interno, totalmente distinto e independiente tanto del espectáculo de teatro religioso más convencional como de la mera representación folklórica. 


¿Cuántos aspectos formales de esa celebración anterior continuaron presentes, adaptados al desarrollo del nuevo acto más allá de los específicos ya referidos? Todos. No sabemos por el momento, cuál fue la razón ni la fecha en que ocurrió–aunque pensamos en el último tercio del XVIII o principios del XIX- ni quién o quiénes propusieron sustituir el modelo tradicional por uno formalmente novedoso –la Entrada- que exigía a los participantes, además de otros esfuerzos, el de memorizar textos en verso con mayor extensión y complejidad. Pero lo cierto es que aceptaron la propuesta y tuvo tanto éxito que desbancó por completo al festejo anterior. 

Probablemente en esa sustitución tuviera algo que ver el que paradójicamente, mientras en la centuria dieciochesca el pueblo llano sentía verdadera pasión por los festejos en general y los teatrales en particular, los gustos y pensamientos de sus máximas autoridades religiosas, políticas y culturales iban por otros cauces. Es sobradamente conocido que el periodo de Carlos III produjo numerosas cédulas destinadas a recortar todos los aspectos de la actividad teatral, empezando por la censura de obras a los autores y compañías de cómicos para continuar por la limitación de lugares y horarios. Sin duda entre esas cédulas fueron determinantes la promulgada el 11 de junio de 1765 prohibiendo la representación de autos sacramentales y comedias de Santos y las del 20 de febrero de 1777 y 21 de julio de 1780 que prohibían, entre otras cosas, los bailes tanto en el interior y atrio de las iglesias como en las procesiones u otras manifestaciones de teatro religioso. 

Juan Comba (1852-1924) Representación de un auto sacramental en el siglo XVII
https://www.publiconsulting.com/pages/astrana/tomoIII/p0000011.htm
Claro que estas pragmáticas tuvieron gran incidencia en las fiestas de las grandes ciudades pero apenas afectaron a las de los pueblos pequeños, donde la falta de medios económicos impedía contratar a las compañías o modificar el programa anualmente. Allí la misma o parecida representación, interpretada por los propios vecinos, reforzó entonces su carga simbólica de identificación local y relación con la divinidad mediante ese teatro en estado puro a pie de calle o en carromatos que durante el reinado de Carlos III, resistió a las sucesivas prohibiciones y normativas de la llamada “batalla contra el teatro” en la que desde Fernando VI se venía empeñando la rigorista censura eclesiástica (olvidando que siglos atrás la iglesia misma había sido su principal impulsora) y, por otras razones, parte de los ilustrados proclives a las nuevas directrices de la cultura escénica francesa. 
1777.- REAL CEDULA de Carlos III en respuesta al Obispo de Plasencia […] prohibiendo los Disciplinantes, Empalados, y otros Espectáculos en las procesiones de Semana Santa, Cruz de Mayo, Rogativas y otras; los Bayles en las Iglesias, sus Atrios[…] https://www.todocoleccion.net/documentos-antiguos/real-cedula-1777
Con todo, es posible que además de otros sucesos o circunstancias, protegiéndose de esas prohibiciones, los previsores pobinos se plantearan cambiar formalmente el festejo existente por otro, eligiendo una representación de moros y cristianos,- entonces en su grado de máximo esplendor - donde que no estaban presentes las danzas, cuando, además, las milicias concejiles se habían convertido en Soldadescas completando el carácter militar del cortejo y la corte de Carlos III, por cuestiones políticas y comerciales, fomentaba un enfoque moderno de orientalismo, distinto al caduco perfil de los periodos medieval y renacentista. 

Victoria and Albert Museum .- Anónimo griego. Ilustración de un soldado otomano de caballería (c. 1809)
Álbum de la caballería española. Lámina 29.- José Rubio y Villegas. Ejércitos de Carlos III. Regimiento de Dragones de Sagunto (1775)
Ahora bien, ¿Ocurrió así? Por desgracia, a día de hoy, en la constante y nunca suficientemente reconocida labor de búsqueda y consulta de Juan José Martín Escriche a lo largo de varios años en los archivos diocesano de Teruel y municipal de El Pobo, no ha aparecido ningún dato documental relacionado con la celebración de la Entrada. Por tanto no podemos ofrecer más que hipótesis aproximadas sobre la cuestión que ojalá en el futuro puedan ser refutadas o confirmadas con documentos. 

Mientras tanto, ateniéndonos al manuscrito, fuera una u otra la causa del cambio y la fecha de la sustitución anterior o posterior a la promulgación de la pragmática de 1777, de lo que no cabe duda es de que, como en párrafos anteriores señalamos, en El Pobo adaptaron la nueva pieza teatral al esquema festivo prexistente. Y en esa adaptación reside, a nuestro juicio, uno de sus rasgos peculiares más valiosos, hoy prácticamente perdido y con ello doblemente interesante al ser un raro testimonio del antiguo sistema escénico itinerante por diversos lugares especialmente significativos para la población. 

En el manuscrito de la Entrada de El Pobo queda plasmado pormenorizadamente con todos los detalles y movimientos esa forma de representar que empezaba en la puerta de la iglesia al salir la procesión con las imágenes inmediatamente antes de terminar la misa, convirtiendo las vías públicas, el núcleo urbano y sus alrededores en una simbólica ampliación del templo a medida que ésta transcurría, se paraba en determinados lugares del trayecto para representar lo establecido y proseguir luego hacia otro punto, dando la vuelta al pueblo hasta entrar nuevamente en la iglesia y depositar las tallas en su altar cerrando el acto la bendición final del sacerdote, de manera que en el transcurso del acto tenían que seguirlo a pie tanto las autoridades eclesiásticas y civiles como el resto de espectadores-fieles por los tramos del itinerario procesional en una interacción continuada. 

El Pobo (Te) Principio de la Calle Mayor del tradicional itinerario procesional. Foto cedida por Juan José Martín Escriche (c. 2015) 
El documento que Antonio Fortea Edo copió y guardó desde 1889, generosamente cedido por su biznieto para la publicación en pocos meses, ofrece una pieza teatral de 1.226 versos cuya interpretación se repartían diez adultos y un niño montados todos ellos a caballo e indudablemente vestidos con los distintivos necesarios para que los espectadores pudieran reconocer visualmente el personaje y bando, moro o cristiano, de cada intérprete. 

El Pobo (Te) Escenario 2º de la Entrada: Ermita del Oreto. Foto cedida por Juan José Martín Escriche (c. 2015)
Creemos que hasta el momento, la pieza literaria de El Pobo es la más completa conservada de las que, según nuestras noticias, con el mismo texto o muy similar se representaban también por lo menos en dos pueblos más de la provincia de Teruel: Celadas y Alba del Campo (población esta última donde dejó de celebrarse entre los años 1940-1950, conservándose varios pasajes literarios e interesantes fotografías de esos momentos) 

Por otro lado, indudablemente influyó y se reprodujo en mayor o menor medida en las diversas variantes festivas de moros y cristianos que tienen o tuvieron lugar en los municipios cercanos de El Castellar, Alcalá de la Selva, Formiche y Mora de Rubielos

Pues bien, llegados a este punto, pensamos si no sería conveniente aunar esfuerzos intermunicipales para recabar en cada uno de los tres pueblos mencionados, el mayor número de materiales complementarios de esta representación, caso de haberlos, con vistas a que en un próximo futuro, si así lo decidieran de mutuo acuerdo, pudiera recuperarse conjuntamente y celebrarse cada año en un municipio, sirviendo no sólo de unión interlocal sino también de ejemplo enriquecedor al Patrimonio aragonés y fomento del verdadero turismo cultural para cada uno de ellos. 

Por nuestra parte, quienes hemos participado en su publicación nos sentimos contentos de haber colaborado al conocimiento y recuperación del Patrimonio Cultural turolense y respetuosamente dejamos la anterior sugerencia al juicio y decisión de sus legítimos propietarios: El Pobo, Alba del Campo y Celadas. 

Muchas gracias.

Lucía Pérez

lunes, 10 de septiembre de 2018

LA SALOBREJA, UN TROZO DEL GOLFO PÉRSICO EN MONTEAGUDO DEL CASTILLO

En cada pueblo siempre siempre hay algún que otro paraje que llama la atención a los vecinos. Puede deberse a la forma del relieve, al aspecto de las rocas, al uso del espacio o por varias de ellas u otras  causas. En Monteagudo del Castillo, uno de los parajes más queridos por sus gentes es La Salobreja.  


Se trata de un pequeño e irregular valle, casi cerrado entre montañas que se eleva por encima de los 1.400 m de altitud. Recoge unas aguas que, tras salir con dificultad por la Cerrada Estrecha, alimentan al Mijares, ya en el término de Cedrillas.


En La Salobreja llama la atención la extensión de su suave planicie ...


en la que se desarrollan unos preciados prados, antaño muy aprovechados por la ovejas y hoy en día por las vacas ... 


La calidad de los prados tiene una doble explicación que, en realidad, es solamente una: la naturaleza de las rocas que en ella afloran. Se trata de unas arcillas de intenso color entre rojo y morado. 


Estos materiales, al ser de naturaleza impermeable, obligan a aflorar a las aguas subterráneas que se han infiltrado en las rocas calizas de su entorno. Por ello, en este valle alto son numerosos los manantiales. Por otro lado, las arcillas son rocas con una gran capacidad de retención hídrica. 

En rosa, las arcillas del final del Triásico (Keuper), en azul calizas del Jurásico Inferior.
Agua abundante, terreno llano y escasa evaporación son factores que favorecen el desarrollo de la vegetación. Los bosques originales de pino royo y de sabina albar fueron transformados hace siglos en prados. Los prados que vemos hoy y que desde hace tiempo llevan alimentando a grandes rebaños.


Las arcillas que afloran en el fondo del valle de La Salobreja son las mismas que lo hacen en una gran parte de la actual península Ibérica y de Europa. Se depositaron a lo largo de la última fase del Triásico (periodo final de la Edad Secundaria o Mesozoico), hace entre 220 y 210 millones de años.

En esa época no existía ni la península Ibérica ni las actuales cordilleras pero sí el Macizo Ibérico, conjunto de terrenos emergidos formados por rocas magmáticas y metamórficas, como las que pueden encontrarse en la parte occidental de la actual península Ibérica.

En el entorno de este macizo -y de otros similares- las plataformas continentales se vieron sometidas a un lento y prolongado proceso de  hundimiento (subsidencia) que favoreció la formación de cubetas periféricas y someras. Se trató de un periodo árido. Los sedimentos de origen fluvial (lluvias torrenciales) y, sobre todo, los de origen eólico -detritos finos- fueron acumulándose en el entorno de los continentes que, al ir hundiéndose, no llegaban a colmatarse. Este hundimiento, a su vez, favorecía la entrada de agua marina en estas cubetas que, con frecuencia, llegaban a aislarse del mar abierto formando entonces albuferas.


La intensa evaporación favorecía la precipitación de las sales disueltas, especialmente sulfatos y cloruros entre las arcillas. Como en las actuales salinas, pero de forma natural.

Estos materiales reciben el nombre de Keuper, término alemán que alude a los colores abigarrados de las arcillas depositadas al final del Triásico. En la actualidad estos mismos procesos sedimentarios tienen lugar en ciertas costas del Golfo Pérsico, donde reciben el sebkhas.

La presencia de sales entre las arcillas triásicas de La Salobreja explica la salinidad de varios de los manantiales existentes en el valle y el propio nombre de la fuente.

La estabilidad de este sector de la corteza terrestre durante millones de años en el Triásico Superior favoreció el depósito de potentes capas de arcillas en las que se fueron intercalando yesos y otras sales. Durante este periodo se produjo un prolongado flujo de agua del mar a los continentes. Y, tras su evaporación, el almacenamiento de sales marinas entre sedimentos arcillosos.


Tiempo después, ya durante el Jurásico, cambiaron las condiciones ambientales y los mares cubrieron a estos materiales arcillosos (y los que ellos previamente habían sepultado) comenzando el igualmente prolongado depósito de calizas. Son las calizas que asoman en los montes del entorno de La Salobreja: el cerro de los Siete Lugares, San Cristóbal, El Cubico, las Lomas de Valdespino o los Cerros de La Fuente y de la Umbría Negra.

Los yesos y otras sales ofrecían a las arcillas una notable plasticidad. Cuando, concluido el Mesozoico, comenzaron los choques de las placas Africana y las microplacas del sur del  actual continente europeo (orogenia Alpina), los materiales del Keuper funcionaron como una superficie de despegue de los sedimentos que soportaban, favoreciendo el levantamiento y el plegamiento de las calizas y de otros materiales jurásicos y cretácicos para formar las actuales cordilleras perimediterráneas, como nuestra cordillera Ibérica

domingo, 9 de septiembre de 2018

¿EN QUÉ PARTE DEL MUNDO ESTÁ EL MUNDO RURAL?

Consumadas con éxito tres ediciones de las Jornadas Literarias de Aguilar del Alfambra (las dedicadas a la primera obra en narrativa, a la poesía en lenguas minoritarias y al espíritu) el próximo sábado 15 de septiembre, fieles a la estela que dejaron las anteriores, celebraremos la cuarta parapetados en una pregunta inicial: ¿en qué parte del mundo está el mundo rural? 


Tres personas de reconocido prestigio literario y académico: Vicente Pinilla (Zaragoza, 1959) catedrático de economía de la Universidad de Zaragoza y las escritoras Laura Serrano (Borja, 1987) y Lara Moreno (Sevilla, 1978) tendrán a bien ofrecer sendas miradas sobre el tema vehicular (la despoblación que no la soledad) sin otra pretensión que ensanchar los análisis y sumarse a una conversación grata. 

Contra la idea, tan uso de los tiempos, de que los pueblos (en especial los turolenses, aunque no solo, los sorianos y los oscenses –entre otros- nos acompañan) son siberias abonadas por la soledad, la vejez y la despoblación, nosotros abogamos por omitir el pesimismo ancestral y hacer hincapié en un posibilismo pedagógico, en una manera otra de pensar, por ende habitar, las palabras. 

El DRAE (Diccionario de la Real Academia) define el término milagro como todo hecho no explicable por las leyes naturales atribuido a la intervención sobrenatural de origen divino. De génesis divina o humana, sobrenatural o no, eso exactamente viene sucediendo (septiembre a septiembre) en Aguilar del Alfambra. Los quince habitantes no más que habitan numantinamente los inviernos, se transforman en una cuarentena, incluso cincuentena, durante las jornadas. 

Cincuenta personas (en un pueblo que conserva quince vecinos estacionales) copan las sillas de “Los Granericos”, local social de la asociación, reafirmando (por su cúspide) el viejo proverbio terenciano, Homo sum, humani nihil a me alienum – Hombre soy (ser humano) y nada de lo humano me es ajeno. Tampoco será ajeno el próximo 15 de septiembre. La palabra es su casa

II Jornadas Literarias en 2016
Desconocemos si Unamuno tenía (o no) razón en su epílogo a Don Sandalio, jugador de ajedrez y todo poeta, todo creador, todo novelador –novelar es crear, afirmaba- al crear personajes se está creando a sí mismo. 

Desconocemos si el sabio bilbaíno estaba en lo cierto al decir que, citamos, los personajes nacidos muertos delatan la muerte en vida del autor, una cosa sí está clara a la luz de las tres jornadas precedentes: la Asociación Cultural Aguilar Literaria ha nacido viva, vivísima y piensa (si nos dan la venia) quedarse. Para muestra un botón: nació con dos miembros (Enrique Galindo y Daniel Izquierdo) y ya tiene siete (los ya mentados e Ivo Aragón, Xavier Carqués, Javier Clavero, Bon Mimetza y Pello Otxoteco). 


La primera vez reunió a 27 escuchantes; la segunda, 52; la tercera, 48. En la recámara de todo ser humano late el ascua de un verso, ese verso que dan los dioses y el poeta deshilacha en el telar de la emoción, Aguilar del Alfambra, Vicente Pinilla, Lara Moreno y Laura Serrano, trazarán el poema entero. Con su inestimable colaboración.

Dani Izquierdo 
Aguilar del Alfambra

PD.- Si se desea asistir a la comida de confraternización, reservad en el tlf. 978 77 10 37 (precio de la comida, 12€).

miércoles, 5 de septiembre de 2018

LOS ILUSTRES DISCRETOS: FRANCISCO MOYA

Es hora de desempolvar nombres y conocer a tantos ilustres turolenses demasiado discretos casi desconocidos en sus propios pueblos. Y uno de esos “ilustres demasiado discretos” fue Francisco Moya a quien en el siglo XX, el profesor Santiago Sebastián, otro ilustre turolense y catedrático de arte, nos descubrió dedicándole parte de sus investigaciones. 

El escultor Francisco Moya era de Jorcas aunque no sé si algún día sabremos el año exacto de su nacimiento en la primera década del siglo XVIII ni quiénes fueron su familia ni cuál fue su casa. Contaban los ancianos de Jorcas en el pasado siglo XX, que los abuelos de sus padres les habían contado siendo niños la historia de un imaginero famoso del pueblo que vivía frente a la ermita de San José porque sus antecesores habían costeado su construcción… Y decían los mismos ancianos que a esa casa volvió a terminar sus días el escultor y sólo salía por la mañana sin dejarse ver ni que viera nadie lo que hacía en la ermita, trabajando hasta la puesta de sol. 

Jorcas.- Ermita de San José. Foto: L. P. (1978) 

Ermita de San José. Arranque de la bóveda. Obra de Francisco Moya (p. 1755) (1976) 
Después de varios meses, decían, vino un amigo suyo pintor y continuó el misterio hasta que una noche, silenciosamente se marcharon los dos dejando las llaves de la ermita en la puerta para que los vecinos pudieran descubrir su interior: en los medallones de los lunetos había pinturas y cabezas angélicas prologando la visión del altar de madera labrado con escenas religiosas, sosteniendo el sencillo pero conmovedor retablito que representaba muerto al santo de la buena muerte y a sus dos seres más queridos y cercanos. 

El retablo sí lo hizo Francisco Moya pero las circunstancias reales de su ejecución quedan confusas de momento, desdibujadas como toda su trayectoria personal, entre las boiras y arabogas de preguntas sugeridas en la hermosa leyenda que sucesivas generaciones fueron creando sobre ligeros atisbos de verdad. 

Jorcas (Teruel).- Antiguo altar y retablo de San José (1934) Obra de Francisco Moya. Archivo particular extraída del libro Palabras de parte de Jorcas p. 347 (2006)
Tampoco está claro con quién ni dónde aprendió el oficio de escultor. Es posible que siendo casi un niño sus padres lo llevaran a Valencia o a Monreal del Campo junto al maestro Antonio Corbinos. En cualquier caso allí debió pasar al menos entre siete y diez años hasta superar el examen que lo acreditara como maestro, es decir, apto para aceptar encargos. Pero en cuanto consiguió titularse, desarrolló con éxito toda su carrera en nuestra provincia y, como enseguida veremos, no le faltó trabajo. 

Un reciente artículo de José Mª Carreras sobre la iglesia de Fortanete, lo cita en 1726 como uno de los maestros de escultura que trabajaba en ella sin especificar en qué obra y, según el profesor José Luís Morales, Francisco Moya estaba en Teruel hacia 1732 ejecutando el retablo de la Inmaculada de la iglesia de San Pedro. Justamente ese año tomó posesión del obispado turolense D. Francisco Pérez de Prado, quien desde el primer momento tuvo en muy alta estima el trabajo de Francisco Moya, considerándolo en adelante su escultor preferido. 

La protección de tan influyente eclesiástico hizo que desde entonces, a nuestro paisano no solo le llovieran los encargos del prelado sino también las recomendaciones para hacer los retablos de varias iglesias en la provincia, llegando a catalogarlo como “el escultor de retablos” y casi podríamos añadir “especialmente de la Inmaculada” porque en 1735, nada más terminar el retablo de San Pedro, empezó a trabajar en los del altar mayor de la Inmaculada y el de la Virgen del Rosario en Alba del Campo e incluso a colaborar en el del Santo Cristo de ésa misma localidad finalizados en 1738. 

Teruel.- Iglesia de San Pedro, retablo de la Inmaculada Concepción. Francisco Moya (1732-1735) Foto: Rafael Gómez. 

Alba del Campo (Teruel).- Iglesia parroquial: Retablo del altar mayor. Foto: Fernando Simón. http://alba-del-campo.blogspot.com/p/blog-page_8477.html

Alba del Campo (Teruel).- Iglesia parroquial: retablo de la Virgen del Rosario. Foto: Fernando Simón. http://alba-del-campo.blogspot.com/p/blog-page_8477.html
Inmediatamente después recibió el encargo del Sr. obispo para esculpir entre 1738 y 1740 una de sus obras más celebradas: el altar de la Inmaculada de la Catedral - al que añadiría el escudo obispal al año siguiente- que pintará y dorará Francisco Villarroya y asimismo en 1739, también para la Seo turolense, el de cincelar el nuevo sagrario sin dorar del altar mayor que sustituyó al original -ya muy deteriorado- y puede verse inserto en el retablo respetando el tono natural del conjunto. 

Hasta 1743 está ocupado en ésos y otros trabajos menores catedralicios aunque, según comentan J. Monzón y A, Gimeno, poco antes de 1745 Francisco Moya había tallado la hermosa imagen de la Inmaculada Concepción para la colegiata de Mora de Rubielos.

Catedral de Teruel. Obra de Francisco: Retablo de la Inmaculada
Catedral de Teruel. Obras de Francisco Moya: Sagrario en el centro inferior del retablo
Ahora bien, si los numerosos encargos le obligaban a residir en la ciudad, algunos datos significativos documentados por A. Gimeno, demuestran que a lo largo de su vida el escultor estuvo constantemente vinculado a Jorcas: el 2 de noviembre de 1745 fue nombrado Regidor Mayor –alcalde- del Concejo jorquino y cuatro años después, al inscribirse con su mujer, Francisca Gómez, en la parroquia turolense de San Miguel, lo hacen como habitantes de Jorcas. 

El mismo año de 1745, monseñor Pérez de Prado decide culminar las obras en el colegio de los jesuitas -al que desde 1743 había devuelto su antiguo esplendor- encargando a José Martín de la Aldehuela la construcción de la iglesia. Esa fue la última obra que el prelado atendió personalmente en Teruel antes de su traslado a Madrid para responsabilizarse de más altos menesteres. Pero aun desde allí continuó siendo el obispo de Teruel hasta su muerte y siguió vigilante aumentando el patrimonio eclesiástico de la ciudad y diócesis. Nombrado Inquisidor general, Pérez Prado aportó de su propio bolsillo sustanciosas cantidades e intervino en la mejora y renovación de las iglesias turolenses de San Andrés, San Pedro y San Miguel sin descuidar la de la Compañía para cuyo altar mayor había previsto un retablo dedicado a la Dolorosa, naturalmente firmado por Francisco Moya. 

Pero hasta acometerlo, nuestro paisano estuvo ocupado en 1747 con el altar mayor de la hoy desaparecida iglesia de San Juan –ahora en la iglesia turolense de San Andrés- y terminarlo al año siguiente. 

Teruel: Antigua iglesia de San Juan Bautista hacia 1930 donde hoy está la Subdelegación de Gobierno. Foto: http://turoliense.blogspot.com.es/search/label/Teruel. 

Teruel. Altar mayor de la iglesia de San Juan, obra de Francisco Moya en su ubicación original hacia 1932. Foto: G. Weise. 

A partir de 1748 Moya empezó el retablo de la iglesia de la Compañía considerado por algunos investigadores su gran obra de madurez profesional que al parecer entregó hacia 1752 y desgraciadamente fue destruido en la guerra civil. El trabajo debió simultanearlo con la ejecución de otros altares -esta vez para el templo de San Miguel- al Santo Cristo, Santa Bárbara y el altar mayor, costeado por monseñor y dedicado al arcángel e inevitablemente a la Inmaculada, además del que parece haber hecho para la iglesia del Salvador. 

Todos esos trabajos que ocuparon al artista hasta 1755. Sin duda se había convertido en el escultor más prolífico y solicitado del alto clero turolense. 

Teruel.- Antiguo retablo del altar mayor dedicado a la Dolorosa en el colegio de los jesuitas (hoy Seminario) hacia 1930. Obra de Francisco Moya. Foto cedida por D. Santiago Sebastián.
Entretanto, teniendo en cuenta su exitosa trayectoria y quizá a instancias de monseñor Pérez de Prado, ya en Madrid algunos años bien relacionado con el escultor Felipe Castro, decidió pedir la entrada en la recién fundada (1752) -pero todavía no consolidada- Academia Real de Bellas Artes de San Fernando como académico de mérito y con tal propósito, envió a la Villa y Corte en 1753 un relieve sobre La degollación de los inocentes que no obtuvo el ansiado placet, entre otras razones porque los objetivos de quienes en ése momento dominaban la constitución y organización de la Academia, buscaban un enfoque nobiliario, lejos del puramente artístico propuesto en los iniciales estatutos redactados por Felipe Castro en 1751. 

Sin duda el contratiempo debió herir profundamente su dignidad de artista ajeno a los manejos e insidias cortesanas y el imaginario colectivo de Jorcas creó la particular y sorprendente versión de esos hechos relacionándolos con el proceso de ejecución del retablo de San José que me relataron hace años algunos ancianos informantes: Se ve que aquél hombre [Francisco Moya] hizo algo gordo en Madrid y cayó en desgracia ante el rey [Fernando VI] que lo condenó a muerte. Pero gracias al obispo de Teruel que tenía mucha mano en palacio, le perdonó la vida y lo mandó aquí para siempre a que viviera como un preso en su casa sin hablar con nadie. Así que mientras estuvo aquí hizo el altar de San José que era una joya ¡ni el de la Virgen de la Vega era tan majo! Luego se escapó de aquí con otro hombre que también era artista y puede que no volviera más por Jorcas…o sí, eso no lo sabemos

En 1755 murió en Madrid el obispo Francisco Pérez de Prado, su principal valedor y generoso cliente y es posible que con su desaparición, amén de otras circunstancias económicas y sociales, disminuyera el volumen e importancia de contratos para el artista. Como al principio hemos comentado, tanto el retablo de San José como el del altar mayor de la iglesia y el de Cantavieja son obras de Francisco Moya posteriores al fallecimiento del prelado. 

¿Fue entonces cuando el escultor volvió Jorcas varios meses para ejecutar in situ el retablito de San José, recluyéndose en la ermita mientras trabajaba para mantener en secreto la composición hasta su total culminación? Si fue así, parece poco probable sin embargo que el día de su bendición no estuviera presente, porque de tales actos surgían nuevos contratos a los talleres escultóricos, como seguramente ocurrió en este caso con los altares mayores de las iglesias en Jorcas y Cantavieja cuyos retablos debieron ejecutarse al mismo tiempo en el taller de Teruel. 

Jorcas.- Altar mayor donde se encontraba el retablo de la Asunción de Francisco Moya (1756?-1765) Estado desde 1940. Foto L. P. (1982)

Cantavieja.- Retablo del altar mayor de la iglesia de la Asunción. Francisco Moya (1756?-1764?) Foto: Luis Eixarch 
Según testimonios de mujeres mayores recogidos en Jorcas en 1978, como eran dos altares a la misma Virgen [la Asunción] resulta que se equivocó en las medidas y el que hizo para aquí era demasiado grande y no cabía. Así que aquél lo mandó a Cantavieja y entonces hizo el de Jorcas algo más tarde. Era todo de madera laboreada dorado y pintado, con columnas retorcidas que llevaban hojas de parra y racimos de uvas. Arriba del todo estaba igual que ahora un crucifijo grande como un hombre de verdad, blanco, blanco y debajo la Virgen subida por los ángeles. 

Por encima de la Virgen había un gancho gordo pero de forja muy majo que se extendía y se encogía con una manivela y, el día de Corpus, lo extendía el sacerdote y se estiraba hasta cerca del púlpito y se descolgaba una bola como del mundo, que se abría al alzar a Dios como una flor o una mangrana y se levantaba una custodia pequeñica dentro. En el hueco de la derecha del altar había un San Miguel precioso y al otro lado un San José con el Niño Jesús de la mano ya grandecico. Las imágenes de ahora son las mismas pero aquellas eran más majas y más grandes y muchos angelicos por medio de las columnas… 

La última noticia que tenemos hasta el momento de Francisco Moya es la certificación de haber terminado antes de 1766 el altar mayor en la iglesia de San Miguel y su actividad en la ciudad. Así pues de 1757 en adelante, los encargos parecen limitarse a trabajos en algunos pueblos cuando el escultor debía rondar los 60 años de edad. Quizá el mencionado altar para Cantavieja (176?) y sobre todo el retablo mayor de la iglesia de Jorcas, que con certeza se colocó en 1765 al terminarse también las pinturas dieciochescas del templo, fueran las últimas obras del escultor. 

A partir de esa fecha, las figuras de Francisco Moya y su familia vuelven otra vez a difuminarse en el tiempo, al menos de momento. Desconocemos las circunstancias, año y lugar de su fallecimiento y la descendencia que el matrimonio Moya Gómez pudo tener. Probablemente sus sucesores, caso de haberlos, no se dedicaron a la escultura pero hay muchas preguntas por aclarar y quedan muchos documentos en los archivos diocesanos de Teruel y Zaragoza sin leer. Tal vez ahí estén aguardando las respuestas a todas sus incógnitas. 

Lamentablemente en Jorcas, el pueblo que lo vio nacer, el único testimonio gráfico que tenemos de su obra es la deteriorada fotografía del altar de la ermita que una mujer escondió doblada en su pecho a mediados de octubre de 1936. Tanto el retablo de San José como el del altar mayor de la iglesia fueron destruidos, junto al resto de los objetos, altares y archivos, entre octubre y noviembre de 1936.

Lucía Pérez
Jorcas