miércoles, 31 de enero de 2018

ACENTOR ALPINO EN LOS ESTRECHOS DE AGUILAR DEL ALFAMBRA

El sol de invierno cae lento sobre la loma. En el fondo del estrecho, los chopos cabeceros hace una hora que han quedado bajo la sombra del peñasco. Es una tarde fría y extrañamente silenciosa. Hay muy poco movimiento en el monte.


Un águila real  da la última vuelta de la jornada por la periferia de sus dominios.


Los buitres leonados hace rato que descansan sobre las calizas del cantil.


Remonto por la margen izquierda para salir del estrecho. 


Un poco antes de asomar a la loma observo a un pequeño grupo de pájaros que se mueve entre las secas hierbas y el roquedo. Están lejos y a contraluz. Me acerco despacio.


Son cuatro acentores alpinos, tal vez un grupo familiar. Aún están activos. Hacen pequeños movimientos sobre el terreno sin llegar a levantar vuelo. Para su escaso tamaño tienen un cuerpo compacto, bastante robusto. Recuerdan a un zorzal pero del tamaño de un gorrión.


La luz no es buena. Es la ladera orientada hacia saliente. Aún así se aprecian las plumas rojizas de los flancos, la cabeza y el pecho grisáceo y el listado oscuro del dorso y de las alas.  El pico es fino y tiene en su base una mancha amarillenta característica. No hay duda.


El acentor alpino es un ave estrictamente invernante en el Alto Alfambra. Y escasa, muy escasa. Esta especie cría en las grandes cordilleras del sur y centro de Europa, por encima del límite del bosque, en los prados y roquedos, en los Alpes, los Cárpatos, los Balcanes y el Cáucaso. En la península Ibérica, lo hace principalmente en Pirineos y la Cordillera Cantábrica, aunque presenta poblaciones nidificantes más discretas en el Sistema Central y en la Sierra Nevada.

 
Durante la invernada, cuando estos ambientes quedan cubiertos por la nieve, buena parte de los acentores alpinos descienden a zonas abiertas cercanas de menor altitud de las mismas cordilleras. Sin embargo, los investigadores comienzan a descubrir que buena parte de la población invernante se desplaza hacia zonas en las que no están presentes durante la cría. Esto ocurre en la península Ibérica, en las zonas montañosas de la vertiente mediterránea como son las cordilleras Bética, Penibética, Costero-Catalana y ... en la Ibérica.


De hecho en Aragón, además de las poblaciones invernantes pirenaicas y prepirenaicas, en la cordillera Ibérica suele verse en los cañones fluviales y otras zonas agrestes del Jalón, Piedra, Martín, Jiloca y Guadalope. Y en la sierra de Albarracín. 

En lo más duro del invierno y tras el paso de un par de temporales que han cubierto el monte de nieve, los roquedos y pastizales secos de los estrechos del Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra, albergan una pequeña población invernante de acentor alpino. 


Procedentes de las grandes cordilleras europeas, auténticas islas que emergen sobre las llanuras, estos pajaricos han sido capaces de cruzar estos "mares" de planicies hasta alcanzar las modestas pero agrestes montañas que asoman al Mediterráneo donde encuentran los roquedos y herbazales que les proporcionarán semillas e insectos hasta que vuelvan a sus territorios para criar de nuevo en el cercano mes de marzo.

Chusé Lois Paricio Hernando (Aguilar del Alfambra, 18 de enero de 2018)

lunes, 29 de enero de 2018

EL CHOPO CABECERO: UN VALIOSO RECURSO DIDÁCTICO EN BIOLOGÍA Y GEOLOGÍA

Como sabemos, uno de los aspectos que los profesores trabajamos a lo largo de la ESO es el respeto por el medio ambiente. Nos referimos, en efecto, a la Orden de 26 de mayo, por la que se aprueba el currículo de 1º ESO:

“A lo largo del primer curso (de Biología y Geología), el alumnado deberá (…) conocer las características del entorno natural de Aragón, es importante que reconozcan los ecosistemas que les rodea y sean respetuosos con el medio ambiente y (…) preservar nuestro entorno natural”

Valoraremos, por lo tanto, positivamente aquellas iniciativas sostenibles; las actividades que permiten el desarrollo económico sin dañar el medio. Uno de los paradigmas es la dehesa del centro y oeste peninsular, un ecosistema seminatural que permite aunar la vegetación autóctona con la ganadería. Sin embargo, tenemos en la provincia de Teruel un buen ejemplo de actividad sostenible, las riberas de chopos trasmochos o cabeceros. En efecto, una correcta gestión de las choperas permite la producción de bienes materiales: vigas, forraje, leña... manteniendo la morfología de la vega frente a la erosión y riadas, aumentando el número de nichos ecológicos, siendo hábitat natural de multitud de especies animales y vegetales.

La idea de visitar Aguilar de Alfambra surge de la creación del "Aula de la Naturaleza del Chopo Cabecero", que conocimos al asistir a la I Fiesta del Chopo Cabecero celebrada en 2009 en dicha localidad. Entramos en contacto con la plataforma Aguilar Natural. Así, contamos con materiales didácticos elaborados por Ivo Aragón y que amablemente nos proporcionó. Él nos puso en contacto con Vicente San Francisco, uno de los socios de la quesería "El Hontanar". Concertamos luego con Chusé Lois Paricio el día de la visita y nos facilitó todo el proceso de reserva, utilización del aula, guía…

El profesorado del Departamento de Biología y Geología del IES Francés de Aranda fue pionero en visitar Aguilar del Alfambra, un bello pueblo a menos de una hora en autobús de Teruel. Y es que, con frecuencia, no valoramos adecuadamente lo que tenemos más cerca por la misma rutina de verlo siempre al lado. Estamos tan acostumbrados al excepcional cambio cromático que experimentan nuestras vegas a lo largo del año que, al producirse todos los años, deja de sorprendernos. Las choperas ribereñas forman parte del paisaje propio de Teruel y no valoramos su belleza en su justa medida, y ello a pesar de las espectaculares estampas que ofrece especialmente en el otoño. A efecto, en septiembre el Gobierno de Aragón declaró a la sabiduría popular que ha creado el chopo cabecero “Bien de Interés Cultural Inmaterial”, dotándolo de un reconocimiento oficial.


Uno de los inconvenientes que nos podemos encontrar al realizar salidas educativas es la elaboración de materiales didácticos para evaluar la actividad. Se necesita un conocimiento profundo de los contenidos que se trabajan, instrumentos para su evaluación, rúbrica… Una de las grandes ventajas que tiene la visita a la citada Aula de la Naturaleza es que todo ese material ya está elaborado y a nuestra disposición en la web de la Plataforma Aguilar Natural (www.aguilarnatural.com). Con niveles de dificultad adaptados para los diferentes ciclos de Primaria y Secundaria, podemos descargar tanto el material con los contenidos, la prueba de evaluación y la rúbrica con las respuestas. Por lo tanto, el material disponible en la web de la plataforma consta de unos breves apuntes que presenta al alumno los contenidos que van a trabajar, aspectos más relevantes de la biología del chopo, ecología de la ribera… A esto le añadimos una breve ficha con preguntas.


La metodología que seguíamos nosotros es recoger la ficha al acabar la salida. De esta manera podemos comprobar la eficacia del proceso enseñanza–aprendizaje. Para mayor comodidad, el material incluye la rúbrica y la respuesta a todas las preguntas, facilitando la corrección.

El Aula de la Naturaleza de Aguilar del Alfambra se encuentra en un edificio público, y por tanto el acceso a la misma es sin coste alguno. El precio que los alumnos pagan es sólo el del transporte. Allí pueden ver un vídeo explicativo sobre el chopo cabecero, su importancia… y una colección de paneles explicativos allí expuestos. Es un buen lugar para comenzar la visita. Al acabar, se puede ver in situ, aquello que han aprendido en un cómodo paseo por la ribera del río Alfambra. En el mismo se pueden ver algunos ejemplares espectaculares como el “Árbol Fénix” o el “Chopo del Remolinar”.


Una opción es comenzar el paseo visitando la ermita. Al salir del Aula de la Naturaleza nos encaminamos hacia la ermita de la Virgen de la Peña, que está restaurada y es bonita. Desde allí se tiene una vista magnífica de una cluse, un anticlinal cortado transversalmente por el río Alfambra. Vale la pena contemplarlo. Estamos hablando de una cluse tan visual que aparece con frecuencia como ejemplo en libros de Geología. Posteriormente, se desciende a la ribera del río para ver la chopera. A lo largo del paseo también encontramos yacimientos de icnitas, huellas fósiles, con paneles explicativos. De manera, que en un recorrido circular encontramos muchos puntos de interés.


La salida se puede completar con la visita a la quesería “El Hontanar”. El propietario, muy amable, en grupos de 20–25 personas enseña las instalaciones y el proceso que debe realizarse para transformar la leche en queso, los diferentes tipos de queso… Al acabar ofrecen una degustación de sus productos y quien quiere puede visitar la tienda y comprar lo que le apetezca. La explicación es muy interesante y contiene aspectos relevantes para el desarrollo de competencias en el primer ciclo de ESO.


Por último añadir, que esta salida educativa, siendo polivalente e interesante, está dentro del currículo. Encaja perfectamente en los objetivos que marca la Orden de 26 de mayo de 2016 por la que se aprueba el currículo de ESO en Aragón. A continuación citamos algunos de los objetivos de la materia Biología y Geología que ayuda a conseguir.

Obj.BG.7. Conocer y valorar las interacciones de la ciencia y la tecnología con la sociedad y el medio ambiente; (…) los problemas actuales a los que nos enfrentamos para avanzar hacia un futuro sostenible.

Obj.BG.9. Conocer las diferentes aportaciones científicas y tecnológicas realizadas desde la Comunidad Autónoma de Aragón, así como su gran riqueza natural (…).

Obj.BG.10. Aplicar los conocimientos adquiridos en la Biología y Geología para apreciar y disfrutar del medio natural, muy especialmente del de la comunidad aragonesa, valorándolo y participando en su conservación y mejora.

En Aguilar del Alfambra encontramos un recurso educativo de primerísima calidad para visitar con estudiantes tanto de Educación Primaria como de Educación Secundaria. Es un lugar seguro, accesible y con una amplia oferta de lugares de interés. Por otro lado, ponemos de relieve una parte olvidada y fundamental de nuestro patrimonio natural. Quizá el símbolo que pueda tener Teruel como provincia, en lugar del Toro y la Estrella, propios de la ciudad, sea el chopo cabecero, que se extiende por las orillas de los ríos a lo largo y ancho de la mayor parte de la provincia. De esta manera, la Fiesta del Chopo Cabecero, de la cual Aguilar de Alfambra ha sido sede, se ha celebrado de manera itinerante por ocho localidades de la misma. Ya va a por su décima edición siendo un referente en España en lo que se refiere a celebraciones de carácter ambientalista, como comentó la prestigiosa revista Quercus.


El pasado 2015, por primera vez, España concurrió al concurso European Tree of the Year (Árbol Europeo del Año). El candidato fue el “Chopo del Remolinar”. Consiguió miles de votos alcanzando un lugar en el podio con un meritísimo tercer puesto entre todos los candidatos de Europa. Pues bien, queremos terminar con una anécdota. La imagen oficial que se propuso para el concurso, está tomada en la distancia para mostrar la monumentalidad del ejemplar. Alrededor del árbol se pueden ver a unos niños con mochilas.


Pues bien sepan nuestros lectores que precisamente se trata de los estudiantes del IES Francés de Aranda, en la primera visita que se realizó al Aula de la Naturaleza del Chopo Cabecero.


Pablo de Jaime Ruiz (es profesor de Biología y Geología en el IES Francés de Aranda de Teruel)

Este artículo ha sido publicado en el nº 30 de la revista "A Tres Bandas" editada por los CIFEs de la provincia de Teruel en junio de 2017.

jueves, 25 de enero de 2018

TIEMPO DE FEMAR

En las montañas mediterráneas, durante siglos, la economía se ha basado en dos tipos de actividades básicas: la agricultura y la ganadería. Ambas, se han complementado para optimizar la producción y mantenerla en el tiempo. Conseguir la sostenibilidad. No ha sido fácil en un medio físico marcado por la escasez de precipitaciones y por los relieves pronunciados.


En determinados momentos históricos, la sociedad rural se ha visto presionada por factores que han desequilibrado el sistema. El empobrecimiento producido por las guerras o el crecimiento demográfico han provocado la roturación de tierras de escasa aptitud agrícola, en ocasión acompañada de la privatización de comunales. En definitiva, la pérdida de suelo fértil, en el monte y en los campos.

Los suelos agrícolas producen bienes que el agricultor extrae, que retira del terreno. Semillas, frutos, forraje, paja ... contienen nutrientes minerales (nitrógeno, potasio, fósforo y oligoelementos). Año tras año. O cada dos años si, razonablemente, se hacía barbecho.

Los rumiantes domésticos que pastan en los montes o en los campos ganado toman nutrientes orgánicos para crecer, produciendo carne, leche o lana al ganadero. Productos para una economía de mercado. 


Las ovejas, las vacas o las cabras, transforman la biomasa vegetal, fundamentalmente celulosa y lignina, en proteínas y en lípidos. Esta transformación requiere de complejos procesos metabólicos en los que estos animales producen unas sustancias nitrogenadas como residuo (urea y ácido úrico), siendo eliminadas por la orina. Por otro lado, una parte de los restos lignocelulósicos de los alimentos vegetales más fibrosos no llegan a digerirse, a pesar de la la doble digestión que implica la rumia, y se eliminan con los excrementos. 


En su movimiento por el campo, los rumiantes, al orinar o defecar, devuelven al suelo estos materiales que serán integrados en el suelo retornando parcialmente lo extraído. El ganadero, al encerrar el rebaño en las majadas o parideras, hace un acopio de excrementos y orina que se mezclan con la paja o con otros productos vegetales que ha utilizado como cama. Esta mezcla de paja, excrementos y orina forma el fiemo (fem, en catalán). Un producto muy valioso en la economía agraria.


Algunos historiadores sostienen que la enorme importancia de la ganadería en los reinos hispánicos fue el resultado de la necesidad de producir estiércoles destinados para los suelos agrícolas. Y que, antes de la utilización de los abonos de origen mineral, la superficie cultivada se ajustaba a la que podría ser fertilizada por la cabaña ganadera. Esto se rompió con el cambio de régimen, las desamortizaciones, la rotura de los comunales, el colapso de las grandes instituciones ganaderas (Mesta en Castilla y Casa de Ganaderos en Aragón) y de la trashumancia.

Pero ni la ganadería extensiva ha desaparecido ni la agricultura ha dejado de aprovechar los estiércoles, aunque muchos ya provienen de animales estabulados. 

Precisamente en esta época del año comienza a llevarse a los campos el fiemo extraído de las granjas y parideras. Es tiempo de femar.

Y, en el Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra, podemos ver cómo durante estos días de invierno se lleva a los campos el fiemo sacado tras limpiar las majadas y las granjas. En Galve ...


En Allepuz ...


En Jorcas ...


En Aguilar del Alfambra ...


El fiemo se emplea en la agricultura extensiva de los secanos. pero, a menor escala, en los diminutos huertos cercanos a los pueblos que aún funcionan, como este de Camarillas, en el que se puede observar el elevado aporte, en consonancia con los frutos que se le exige a la tierra.


Dentro de unas semanas, conforme el agricultor-ganadero saque un rato, extenderá por el campo ya labrado y preparado con el cultivador el fiemo para envolverlo en la tierra y prepararla para la siembra en el próximo otoño. Como puede verse en este campo de Cedrillas.


Los paisajes que disfrutamos durante nuestras excursiones necesitan de unos protagonistas que son los que los cuidan y mantienen: los agricultores y los ganaderos.

Y de unas labores. Entre otras, el femar. Y esto hay que recordárselo a las nuevas generaciones, cada vez más alejadas del campo, cada vez más inmersas en la vida urbana y sus dinámicas.

Por que el campo no es solo una postal.

domingo, 21 de enero de 2018

NIEVE EN SOLLAVIENTOS

Comenzaba a clarear. Sin prisa, remontaba en coche el valle del Sollavientos. Confiaba en ver amanecer desde el puerto de Valdelinares, divisoria entre la cuenca del Alfambra y la del Mijares. La luz aún era escasa. La elegante silueta de la ermita de Santa Isabel, tan sencilla, tan serena, me animó a captar aquellos colores del alba. 


Sobre la Masada de Don Pedro, se levantaban unas gruesas nubes que me presagiaban tener un amanecer poco soleado en el puerto. Así fue.


En una de las recurvas, a mi espalda, ví cómo entraban los primeros rayos a las crestas del cerro de la Mediana (1.882 m.), una de las cumbres de que separan el valle del Sollavientos de la Rambla de Malburgo, perteneciente esta ya a la cuenca del Guadalope. 

Y es que estamos en una de las zonas más altas de la cordillera Ibérica. Y, por consiguiente, en un nudo hidrológico de primer orden: la confluencia de las cuencas del Guadalope, el Mijares y el Alfambra. 


En el puerto de Valdelinares, silencio, frío y viento. Un paisaje nevado, magro resultado de un temporal, el segundo del invierno, profusamente anunciado y que poca nieve ha traído a las sierras del sur de Aragón. 

El viento ha barrido la nieve de los salientes, donde asoma el prado seco y corto. La luz filtrada entre las nubes le otorga un tono azulado a la nieve. Como en los glaciares.


Al otro lado del collado se levanta el Monegro de Valdelinares, con su oscuro pinar abierto por las rectilíneas pistas de esquí. Heridas en el paisaje. Hacia allí se dirigen algunos coches con jovenzanos y familias con niños que vienen por la carretera de Fortanete. 

El sol se resiste en asomar. Por fín lo hace. Sus rayos atraviesan unas nubes que se levantan sobre los montes de Mosqueruela ...


... iluminando los prados del collado. El cierzo ha formado ventisqueros al quedar atrapada la nieve entre las hierbas.


Sobre el blanco manto tan solo levantan los enebros, salpicando de verde oscuro un lienzo blanco y plegado. Unos días antes, en El Pobo, me apuntaba Juanjo Martín la semejanza que tienen la limpia nieve de los ventisqueros y los pliegues que forman las sábanas sobre la cama. 

Aquellas, a mí me recordaban a la arena de las dunas de Doñana, sepultando a los arbustos ...


El puerto se encuentra en el término municipal de Valdelinares. Allí, en la vertiente del río Sollavientos (y del Alfambra) se ha construido un vertedero de residuos domésticos. En principio, tiene su cercado. Pero da igual. Escombros, cartones, zarrios y basuras varias se extienden por la explanada y, lo que es peor, asoman y caen al valle. Es una lástima que la cabecera de uno de los valles más hermosos de la provincia de Teruel esté estropeada paisajísticamente por un vertedero en el que se observa muy poco control. 

Mientras tanto, una águila real cruza el valle dirigiéndose al pinar que tapiza la inclinada ladera de El Recuenco. La rapaz vuela rasa por los claros del bosque. Intenta descubrir alguna liebre con la que probar suerte. Es la ladera menos soleada, donde la noche tarde un poco más en retirarse, donde ha podido retrasarse en encamar su almuerzo.


La bajada ofrece preciosas vista de la cabecera del valle. Tanto hacia el oeste, por donde se abren unos suaves prados hoy nevados ...


... como hacia el norte, donde destacan -en primer término- los viejos bancales, hoy también cubiertos de nieve, y -al fondo- el valle del Guadalope, hacia el término de Villarroya de los Pinares. 


Hacia el este, al pie del Zaragozana (1.918 m), la nieve igualmente ha sido venteada ...


Un par de caballos pastan en los prados cercanos a la masada de D. Pedro ...


... debajo de una arboleda de chopos cabeceros, la situada a mayor altitud de la cuenca del Alfambra y, muy probablemente, del resto de la cordillera Ibérica.


Estos árboles fueron hechos trasmochos en sus primeros años, tal vez hace más de cincuenta, pero posiblemente y desde entonces, no han llegado a ser escamondados (o batidos, como por aquí dicen) para aprovechar sus vigas. 

Muy cerca, al otro lado del arroyo, me observan curiosas unas novillas ...


que al poco me ignoran para dedicarse a lo suyo, a darle bocados a la alpaca de paja que hay en dentro del comedero ...


La ermita de Santa Isabel es una parada obligada en la ruta por el valle del Sollavientos. Mucha prisa has de llevar para no dedicarle un paseo a su entorno. Aunque sea breve. 

Es un edificio austero y armonioso ... 


... enclavado en un bellísimo paraje en el que los prados son surcados por muros de piedra seca ...


y por el joven río Sollavientos, que aparece jalonado por unos viejos sauces trasmochos, todavía aprovechados por sus ramas.

Vengas cuando vengas, este paraje siempre te deja un poso de paz. 


Tras la ermita se acumulan varias alpacas de paja: la comida de las novillas. Algunas, son de cañote de panizo. Las más, son de triticale segado y empacado directamente sin triturar. Tal vez sea el resultado de la mala cosecha de la temporada pasada, en la que las espigas no han llegado a granar en muchos pueblos. Dentro de la alpaca, las cañas y las espigas se disponen creando una espiral. 

Cada alpaca es una pequeña galaxia.


Sube por el camino un ganadero con su pick-up. Se acerca a la masada a dar vuelta del ganado. Vuelve a la masada. Todo en orden.

En el cielo parece que quiere abrir ventana. El sol asoma entre las nubes. Al fondo, en el centro de la imagen, se levanta el Castillo del Mas de Sancho (1.856 m) ...


El valle del Sollavientos tiene una interesante población de árboles trasmochos, tanto sauces como chopos. No son árboles muy longevos pero sí muy sanos, por mantenerse viva la práctica del desmoche para producir leña para las masadas. Estos árboles confieren carácter al paisaje. Le aportan una profunda belleza.


Los chopos cabeceros son algo más comunes en la parte baja del valle ...


mientras que los sauces lo predominan en la alta ...


Aunque por lo común, unos y otros se intercalan .

Algunas imágenes invernales nos recordaban a las campiñas de Bélgica o de Normandía. Eso sí, pero a 1.500 m de altitud.


La carretera se acerca a una masada habitada. Otras veces que he pasado he visto pastar a un atajo de ovejas en un cercado próximo. Por estas fechas deben estar recogidas. Las que sí que estaban sueltas eran las gallinas. Unas royas, otras negras serranas. Todas se entretenían picoteando el suelo. Son bravas estas gallinas masoveras.


Junto a la masada, una fuente, con un pequeño abrevadero tejado y pared.


En uno de los primeros rastrojos rebuscaban semillas un par de cientos de pajaricos. Con mucho, predominaban los pinzones vulgares (también llamados nevateros en algunos pueblos de Teruel). Pero, entre estos, eran también comunes los pinzones reales (conocidos en el valle del Ebro como mecos) y los gorriones chillones (o chillandras). Unos y otros estaban tan inquietos como hambrientos. A la mínima, casi todos levantaban vuelo para refugiarse en los arbustos del lindero. Y, con la misma rapidez, se dejaban caer sobre las cañas del cereal.


El frío no aflojaba. No subíamos de 3 ºC, afirmaba el termómetro del auto. Y corría el cierzo. El cielo se iba cubriendo. El sol se intuía entre las grises nubes.


La ganadería está cambiando en las sierras de Teruel. Durante siglos ha estado volcada con el ovino. Durante los últimos diez, ganadero que se jubila, ganado que desaparece, salvo que se contraten pastores marroquíes. Los (pocos) jóvenes que se incorporan se ponen vacas, cierran una parte de monte y, en muchos casos, mantienen otra actividad complementaria.

El paisaje también va cambiando. Y más que cambiará.

Frente al Mas de la Vegatilla había otro rebaño de vacas. Bueno vacas y de toros. Estos topaban entre sí, ante la mirada indiferente de las hembras, más interesadas en comer forraje en el pesebre metálico.


A través de un camino que pasaba entre dos muros de piedra seca, me acerqué al río. Quería ver el caudal. Poquico. Y helado en sus orillas.

Robustos chopos cabeceros con vigas de más de cuarenta años habían sido escamondados el invierno pasado. No es lo deseable. Los cortes son demasiado extensos, la cicatrización es más difícil y el riesgo de entrada de hongos es mayor. Es preferible mantener turnos de entre 12 y 15 años, pudiendo estirarse hasta 20. Ahora bien, ¿qué se puede hacer con los árboles cuando tienen el turno tan pasado? La experiencia del valle del Alfambra nos dice que, aún siendo traumática para el árbol, los árboles rebrotan con fuerza y producen ramas viables y con futuro.


Al acercarme a la palanca comprobé la vitalidad de estos chopos alfambrinos. En el tronco de uno de ellos habían clavado dos carteles de acotado. Uno de pesca y otro de caza.


El árbol ya se estaba engullendo la tablilla del vedado de pesca ...


Dentro de unos años se lo terminará. Y, mientras tanto, la irá emprendiendo con el de caza. Los árboles son lentos, pero implacables.

En la cuneta de la carretera crecen una hierbas, por estas fechas secas y rígidas, que tolerantes a la sal que se añade en invierno para evitar las placas de hielo. Sus semillas son el alimento de una bandada de una treintena de verderones serranos.


Confiados en la vigilancia colectiva que otorga el grupo, se afanan en picotear las semillas del suelo o de las hierbas ignorando al observador. Son conscientes de que el día tiene pocas horas de luz. Hay que comer mucho y deprisa para soportar la larga y fría noche invernal. Estos pajarillos seguramente criarán en primavera los pinares oromediterráneos de Gúdar y del Maestrazgo, pero se agrupan al cabo del verano para aumentar su eficacia y tener más garantía de supervivencia.

Antes de coger el coche, me acerco al arroyo de nuevo. El agua se filtra mayormente entre las gravas y se congela en aquellas zonas en las que se remansa. Con el sauce inclinado, ofrece una estampa que nos evoca a otro río muy turolense: el Pancrudo.


Antes de encaminarse hacia el cruce de Allepuz y Villarroya de los Pinares, conviene dar una última mirada al valle del Sollavientos.


Uno de los valles más hermosos y singulares de la cordillera Ibérica aragonesa. Y de los menos conocidos.