jueves, 25 de enero de 2018

TIEMPO DE FEMAR

En las montañas mediterráneas, durante siglos, la economía se ha basado en dos tipos de actividades básicas: la agricultura y la ganadería. Ambas, se han complementado para optimizar la producción y mantenerla en el tiempo. Conseguir la sostenibilidad. No ha sido fácil en un medio físico marcado por la escasez de precipitaciones y por los relieves pronunciados.


En determinados momentos históricos, la sociedad rural se ha visto presionada por factores que han desequilibrado el sistema. El empobrecimiento producido por las guerras o el crecimiento demográfico han provocado la roturación de tierras de escasa aptitud agrícola, en ocasión acompañada de la privatización de comunales. En definitiva, la pérdida de suelo fértil, en el monte y en los campos.

Los suelos agrícolas producen bienes que el agricultor extrae, que retira del terreno. Semillas, frutos, forraje, paja ... contienen nutrientes minerales (nitrógeno, potasio, fósforo y oligoelementos). Año tras año. O cada dos años si, razonablemente, se hacía barbecho.

Los rumiantes domésticos que pastan en los montes o en los campos ganado toman nutrientes orgánicos para crecer, produciendo carne, leche o lana al ganadero. Productos para una economía de mercado. 


Las ovejas, las vacas o las cabras, transforman la biomasa vegetal, fundamentalmente celulosa y lignina, en proteínas y en lípidos. Esta transformación requiere de complejos procesos metabólicos en los que estos animales producen unas sustancias nitrogenadas como residuo (urea y ácido úrico), siendo eliminadas por la orina. Por otro lado, una parte de los restos lignocelulósicos de los alimentos vegetales más fibrosos no llegan a digerirse, a pesar de la la doble digestión que implica la rumia, y se eliminan con los excrementos. 


En su movimiento por el campo, los rumiantes, al orinar o defecar, devuelven al suelo estos materiales que serán integrados en el suelo retornando parcialmente lo extraído. El ganadero, al encerrar el rebaño en las majadas o parideras, hace un acopio de excrementos y orina que se mezclan con la paja o con otros productos vegetales que ha utilizado como cama. Esta mezcla de paja, excrementos y orina forma el fiemo (fem, en catalán). Un producto muy valioso en la economía agraria.


Algunos historiadores sostienen que la enorme importancia de la ganadería en los reinos hispánicos fue el resultado de la necesidad de producir estiércoles destinados para los suelos agrícolas. Y que, antes de la utilización de los abonos de origen mineral, la superficie cultivada se ajustaba a la que podría ser fertilizada por la cabaña ganadera. Esto se rompió con el cambio de régimen, las desamortizaciones, la rotura de los comunales, el colapso de las grandes instituciones ganaderas (Mesta en Castilla y Casa de Ganaderos en Aragón) y de la trashumancia.

Pero ni la ganadería extensiva ha desaparecido ni la agricultura ha dejado de aprovechar los estiércoles, aunque muchos ya provienen de animales estabulados. 

Precisamente en esta época del año comienza a llevarse a los campos el fiemo extraído de las granjas y parideras. Es tiempo de femar.

Y, en el Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra, podemos ver cómo durante estos días de invierno se lleva a los campos el fiemo sacado tras limpiar las majadas y las granjas. En Galve ...


En Allepuz ...


En Jorcas ...


En Aguilar del Alfambra ...


El fiemo se emplea en la agricultura extensiva de los secanos. pero, a menor escala, en los diminutos huertos cercanos a los pueblos que aún funcionan, como este de Camarillas, en el que se puede observar el elevado aporte, en consonancia con los frutos que se le exige a la tierra.


Dentro de unas semanas, conforme el agricultor-ganadero saque un rato, extenderá por el campo ya labrado y preparado con el cultivador el fiemo para envolverlo en la tierra y prepararla para la siembra en el próximo otoño. Como puede verse en este campo de Cedrillas.


Los paisajes que disfrutamos durante nuestras excursiones necesitan de unos protagonistas que son los que los cuidan y mantienen: los agricultores y los ganaderos.

Y de unas labores. Entre otras, el femar. Y esto hay que recordárselo a las nuevas generaciones, cada vez más alejadas del campo, cada vez más inmersas en la vida urbana y sus dinámicas.

Por que el campo no es solo una postal.

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