martes, 2 de enero de 2018

CORONAS EN LA GRIETA

Umbría del monte Peñarroyas. Un peñasco calizo cubierto de pino royo y enebro se precipita sobre el río Blanco, denominación popular del Alfambra en los pueblos de su cabecera. Nos acercamos a observar las plantas que crecen entre las grietas del roquedo. Nos llama la atención un cogollo de coronas.

Se trata de Draba hispanica. Es una planta de la familia de las coles, nabos y los rábanos. Es una Brassicaceae. Antes eran llamadas Crucíferas, por la disposición de los cuatro pétalos que tienen los pétalos de todas las plantas que la forman. Es una pequeña mata de forma almohadillada compuesta por una macolla de coronas, cada cual formada por un apretado conjunto de hojas alargadas con pequeños pelos rígidos en sus bordes y extremos. Tiene un aire a las plantas de los desiertos de montaña. Un aspecto de cactus, aunque no es una planta crasa. 


Nosotros la encontramos en septiembre, por lo que la floración -de irregularidad interanual- no era manifiesta. Si nos hubiéramos acercado en el mes de abril veríamos una cortos tallos terminados con un racimo de flores amarillas y, unas semanas después, unos pequeños frutos cortos y aplanados, terminados en un estilo.

Crece solo en grietas y repisas rocosas, crestas venteadas y pastos pedregosos, siempre sobre sustratos carbonatados, generalmente calizos, y poco soleados. Justo en las condiciones en las que la encontramos en Gúdar, en la umbría del macizo del Peñarroya.

Hay tres subespecies. La encontrada en el valle del río Blanco es la subespecie hispanica. Es un endemismo de las cordilleras del Mediterráneo Occidental, tanto en el norte de África y como en el este y sur de la península Ibérica, donde se extiende desde los Pirineos hasta las Béticas. En Aragón, se distribuye por las sierras del Prepirineo y a lo largo de la cordillera Ibérica, sobre todo en el sector oriental.

Distribución de Draba hispanica. Fuente: Atlas de la Flora de Aragón
Este pequeña mata es una de las abundantes joyas botánicas que alberga la sierra de Gúdar, tanto por su singularidad biogeográfica como por su evidente belleza, resultado de la disposición ordenada de sus hojas y por el agrupamientos de sus coronas.


Otro de los motivos para recorrer y descubrir estas montañas. 

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